11.9.07

Desde la copa de un árbol de mi barrio... tal vez

Cotorras de la Universitaria:

Os echo de menos. Desde que en febrero dejé la Universidad, desde que dejé de frecuentar la Universitaria, la única cosa que echo de menos es a vosotras. Echo de menos esas tardes en las que salía a mitad de la penúltima clase y me iba a esos altos pinos donde os escondíais y me dejábais subir para ver el ocaso, para hablar de ella, para pensar... qué momentos de paz y de tranquilidad, de dejar volar hasta el último de los microbios de mi cuerpo mientras vosotras, hermosas cotorras, revoloteábais por vuestros nidos, alimentábais a vuestros pichones, hablábais de todos esos vagos que se tumbaban a la sombra de vuestro/nuestro pino y alguna vez, planeábamos, vuestras crías y yo, cagarles en la cabeza, o en los libros, o en esas mochilas que llevaban, y ellas, las crías, se reían... De veras, os echo de menos.
Tengo intención de volver, espero tener las puertas abiertas. Aquí, en mi barrio, hay pinos de no tan altas copas. Los tenéis abiertos, podéis venir cuando queráis. Hay urracas, vencejos, las golondrinas empiezan a irse, palomas que algunas tarde crucifico en mi mesa y gorriones.

Un saludo a todas.

3.9.07

Desde una habitación como un útero... tal vez.

Querido niño muerto:
Aclárame una cosa, ¿Eres una reinvención que he hecho de mí, sin olvidarme de quién soy, para no dejar a mamá huérfana de hijo?
Te escribo esta carta porque hay un olor como de leche materna en la habitación, en esta habitación donde cada noche me asusta pensar que mamá está huérfana de hijo, donde me asusta pensar que ya no está en la habitación de al lado.
Aclárame otras cosas. ¿Viajas tú, niño muerto, en el vientre de mamá? Si es así, ese es el motivo por el que cuando a veces paseas conmigo, yo siento la extraña sensación de una paz antes sentida, de flotar en un ambiente que me retrotrae a cuando yo no era. ¿O puede que tú lleves a mamá en tu vientre, y cuando paseo contigo, en realidad lo haga dentro de tu vientre de la mano de mamá? Si es así, es por eso que en ocasiones siento crecer cuando duermo... .

Me acuerdo de aquella tarde, que íbamos los dos en el Metro y tu te pusiste a jugar con un niño sordo, y yo discutía con los dioses, con la naturaleza. O de aquel día, de aquella noche que conocimos a esa mujer y tu me decias, tirándome de la manga del jersey, "es ella, es ella" y yo te miraba y tú te reías con una risa traviesa, como diciendo sé lo que te digo.
Y qué más decirte, sólo pedirte que me aclares esas cosas, y que no dejes de ser esa reinvención de mi persona para no dejar nunca, a mamá, huérfana de hijo.

Sergio Sánchez

P.D:
Aunque a veces me sienta en el interior del útero de mi madre, si la ves, dala un beso en la tripa, a la altura del ombligo, en el centro de ese capullo en flor de rosa amarilla.